viernes, 27 de marzo de 2009

Marie de Hennezel, psicóloga y psicoterapeuta

"El corazón envejece cuando nadie solicita tu atención"

IMA SANCHÍS  - 26/03/2009

Tengo 62 años. Nací en Lyon y vivo en París. Casada por segunda vez, tengo 2 hijos y 6 nietos. Estoy semirretirada, escribo y doy seminarios sobre cómo envejecer bien. Soy experta en cuidados de enfermos terminales. Creo en Dios, pero prefiero la espiritualidad al dogma

A algunos de mis pacientes se les despertó el miedo a la vejez cuando alguien les cedió el asiento en el metro. 

En su caso, ¿cómo fue? 

Yo me di cuenta de que era mayor cuando tuve miedo de subirme a una escalera para limpiar la chimenea de casa.

Así, de sopetón. 

Sí, ocurre repentinamente, como la primera arruga, pero los 60 es la edad simbólica, cuando te dan el carnet sénior y te jubilan.

Europa está llena de séniors. 

Somos la generación del baby boom,vamos a vivir muchos años y nos da mucho miedo envejecer, pero hay dos maneras de hacerlo: como un descubrimiento y un crecimiento, o como un naufragio.

Cuestión de carácter. 
 

Las personas optimistas se adaptan a los cambios y han aprendido a ocuparse de los demás. Las que lo llevan mal suelen ser personas muy narcisistas que no han resuelto sus problemas emocionales yno tienen confianza en sí mismas ni en la vida.

¿Y dice usted que se puede aprender a envejecer con soltura? 

Sí, y la edad idónea son los 60, cuando somos absolutamente conscientes de lo que está en juego. Después, a los 70 u 80 años, es difícil cambiar, y ante la vejez hay malas y buenas actitudes.

Hábleme de ellas. 

Las personas que envejecen bien están en paz con su pasado, han trabajado los remordimientos, los reproches y las frustraciones. La ligereza de espíritu es condición para envejecer bien.

Si estás ocupado con algo que te interesa, el pasado pierde peso. 

Sí, es muy importante estar activo, pero hoy en día después de la tercera edad, que termina a los 75 años, viene la cuarta y la quinta (a partir de los 90 años), donde la vida interior es sumamente importante porque probablemente ya seremos dependientes y nuestro espacio puede ser muy reducido. Hay que estar preparado para aceptarlo.

¡Qué miedo! 

Esta sociedad no es para viejos, la gente llega a la vejez muy sola. Todos nuestros valores tienen que ver con ser joven. Por eso, cambiar la mirada de la sociedad sobre la vejez es un desafío y una responsabilidad para mi generación, porque hasta nuestros hijos temen nuestra vejez. No debemos convertirnos en una carga para ellos.

Ser dependiente no depende de uno. 

En parte. Si nos cuidamos psíquica (dando más importancia a la vida interior) y físicamente (comer bien, no fumar, hacer ejercicio), estaremos mejor. Y, aun siendo dependientes, podemos desarrollar cualidades interiores que nos ayuden a vivir mejor.

... Y eso hay que hacerlo a los 60. 

Sí, debemos aprender a estar bien con nosotros mismos y cultivar placeres como el de la contemplación de la naturaleza o la música, de manera que si llega la dependencia o la silla de ruedas tengamos recursos. Si uno aprende a recibir de los otros, el día que esté enfermo vivirá mejor esa situación, sabrá abandonarse a los otros.

¿Usted prepara a la gente para eso? 

Sí, la entreno en la meditación y en el placer de permanecer sin hacer nada y hablamos. Hay muchas cosas que uno debe trabajar a los 60 para saborear más tarde la vida.

¿Cuáles son los testimonios de ancianos que más le han conmovido? 

Los que tienen el sentimiento de que es una suerte envejecer porque hay mucha gente que muere joven; los que saben que el corazón no envejece.

El corazón se endurece. 

Cierto, pero la facultad de desear y de amar es lo que nos hace avanzar. He visto a mucha gente en los asilos replegada en sí misma, pero he visto también cómo las atenciones y las caricias diarias de una enfermera han devuelto la alegría de vivir a alguna de esas personas. El corazón humano nunca pierde la esperanza de amar y de ser feliz.

Sigue siendo triste. 

Lo que esto pone en evidencia es la responsabilidad que tenemos los unos hacia los otros, porque el corazón envejece cuando nadie solicita tu atención, tu ternura.

Sin afecto, es difícil disfrutar de nada. Sin afecto, morimos; pero hay que saber que si damos esperando recibir, no recibiremos nada. Las personas resplandecientes que he encontrado tienen una mirada sobre lo que las rodea benévola, y estas personas atraen a los otros. Los 60 años es una ocasión para reflexionar en profundidad sobre el amor.

¿Cómo prepararse para la muerte? 

En todas las tradiciones, contemplar tu muerte te hace más justo y ecuánime. Los indios americanos representan la muerte como un pájaro que llevamos sobre nuestro hombro. Todas las mañanas el pájaro nos pregunta: "¿Y si fuera hoy?"... Prepararse para morir es estar lo mejor posible en tu vida.

Aceptada la vejez, ¿cuál es el temor? 

Envejecer en una residencia, porque son instituciones que no tienen ningún respeto por el ritmo de cada persona. Hay que levantarse, comer, cenar y dormir a la misma hora. De repente, tras haber dormido toda tu vida en una cama grande, te meten en una camita de niño: sólo eso ya es una violencia.

Hay que cambiar las estructuras. 

Muchos grupos de amigos en Francia montan una comunidad, viven juntos pero no revueltos, establecen sus normas y se comprometen a que si uno cae enfermo, se vuelve dependiente o demente, el resto lo cuidará.

 Miedo al futuro

Conoce los miedos de sus pacientes y los propios ante la vejez. Para esa numerosa generación, hijos del baby boom,que ha pasado la barrera de los 60 ha escrito La suerte de envejecer bien (Plataforma), más de 100.000 ejemplares vendidos en Francia, donde hace frente al abismo de la cuarta y la quinta edad, cuando la movilidad queda muy reducida, y proporciona claves para vivir mejor la dependencia sin dejar de advertir que esa posibilidad está en el futuro de todos y de que ya va siendo hora de que dignifiquemos la vejez. "En hebreo, la misma palabra sirve para designar felicidad y vejez. Debería ser el tiempo en el que cultivar más nuestra alma y dar nuestra sabiduría a quienes nos siguen".

martes, 24 de marzo de 2009

De la seriedad y la risa

Recibo este correo de mi amiga Lía. Me ha encantado y lo comparto:

LA ONDA ENCANTADA DEL MONO AZUL


A veces la seriedad se come los mejores momentos, especialmente cuando la obligación de ser serio se impone como una regla intransable. Parece que hay cosas en la vida que son definitivamente serias y que la única manera de enfrentarlas es sin un atisbo de broma. Es una creencia antigua y asentada por siglos en la mentalidad que nos ha modelado a muchos, “la risa abunda en la boca de los tontos” decía mi madre y “no estoy para la broma” o “esto no es broma” agregaba mi padre, haciendo parecer, con eso, que había temas en la vida que jamás podrían acercarse, siquiera un poco, hacia lo no serio, Dios era tan serio, como lo era el futuro, como las enfermedades, el respeto era algo sometido a la seriedad. Y así las cosas, la diversión, el humor, la risa y tantas otras formas de la alegría, quedaron relegadas a mínimos momentos, a momentos especiales: una salida dominical, un circo, alguna programación televisiva, un cumpleaños, una fiesta en la playa, eventos, sólo eventos esporádicos, aislados en el tiempo y apartes del resto de la vida. Así, la vida se hizo seria, y ensimismados en resolver los grandes conflictos de la existencia, nos quedamos pegados, era imposible imaginar a los filósofos riendo a carcajadas o a los padres de la iglesia bailando payasescos en la mitad de la nada. Y se hizo dura la vida con tanta sombría seriedad, el trabajo es algo serio, sonreír sólo es una parte de la mercancía que venden los comercios y con ciertas exigencias estéticas, pero el resto del trabajo es serio, el profesor con sus alumnos y la formalidad de la relación que se establece entre ellos, a veces hasta por cuatro o cinco horas diarias y todos ¡tan serios!, a veces se registran, en los libros de clases, frases que hablan de chicos o chicas que se ríen en las clases y ello es una falta.

 
Después, la religión, la espiritualidad, las oraciones, los maestros ascendidos y las meditaciones profundas, todo serio, todo en serio, porque aquí se está hablando de la trascendencia y l a trascendencia es algo muy, muy serio.

Pero todo eso no es más que una creencia, una creencia con un origen y un desarrollo predecibles, una creencia perfectamente identificable en el tiempo, así de creencia, así de impuesta, así de surgida de la nada.
 
Las creencias generalmente surgen de detalles insignificantes, los que vistos en el momento en que surgen, es casi un chiste imaginar la trascendencia que posteriormente pueden alcanzar
Una historia que leí por no sé dónde (¡qué poco serio!), habla de un maestro que era interrumpido en sus lecciones por un gato, y que para evitar tal interrupción mandó a encerrar el gato antes de cada prédica, lo que sagradamente se hizo cada día, cuando el maestro murió, el gato continuó siendo encerrado y la descendencia del gato también, y se convirtió en un símbolo, que con el tiempo, superó el recuerdo del maestro.
 
Pienso en los rituales religiosos, en que por ejemplo lavar los pies de otros haya tenido un sentido dulcemente práctico y que luego tal gesto se haya asumido como un gesto trascendente en sí y por el cual nadie recibe nada práctico, sino que sólo un contenido que es mucho más complicado que el gesto. En fin, historias sobran, una amiga contaba que un matrimonio estaba a punto de separarse porque ella tenía la costumbre de cortar la cecina, el jamón, en cuatro trozos, el marido lo consideraba mezquino y alegaba, averiguando el origen de esta forma de actuar de la mujer, se supo que así hacía su madre y, por ella, que así hacía la abuela, entrevistada la abuela, por suerte aún viva, reveló que lo hacía para que la cecina tuviera cabida en un recipiente sellado que usaba para refrigerarla, así había nacido la costumbre que la nieta no podía dejar, porque así le habían enseñado y así tenía que ser.
 
Piensa: ¿cuántas cosas hacemos por creencias? “Que la vida es seria”, “que sólo el esfuerzo rinde”, “que no se ríe en los velorios”, “que la vida no es una broma”, “que se nota que ha madurado porque ahora se toma las cosas con seriedad”, etcétera, etcétera, etcétera. ¿Y si resulta que no es así?, si resulta que al mirar las consecuencias de estas creencias te das cuenta que has hecho de tu vida una rutina aburrida, reiterativa, una existencia complicada por mil cosas que aguardan irresolutas a tu espalda, que te has prohibido tantas cosas, porque a esta altura de tu vida eso ya no se usa, y que ya no te puedes negar a tantas obligaciones serias, que lo que la gente espera de ti es tu actitud madura…

Pues bien, ya está bueno, entre los sellos del Calendario Maya está este Mono Azul, el cual viene por estos trece días a movernos el piso, a perdernos las cosas, a hacernos jugarretas contrariantes, a revolvernos nuestro consabido orden, a sacar conclusiones mágicas de un apresuramiento chistoso, a resolver lo que no se había podido resolver nunca, y sin resolverlo, agarrándolo para el chiste, resolviéndolo con un pase mágico. Ya está bueno de caballeros y señoras grises, el mundo está lleno de colores y todos tenemos esos colores adentro, dejémoslos salir en estos días, deja que la vida fluya con la magia singular de este Mono Azul que se mueve justo al centro de lo humano y de lo animal más puro, vamos a recuperar a nuestro niño y nuestra niña interna, vuelve a alucinarte, por favor, detrás de una mariposa, no importa que no sea technicolor, vuelve a creer que con un puñado de tierra puedes hacer una montaña o que puedes trasladar el océano con un balde verde, habla con los peces , o con los pájaros canta, piensa que sí puedes volar y cuando surja alguna cosa grave, pesada, gruesa y regordetamente seria, hazle un chiste, lánzale una esfera de luz y transfórmala en algo maravilloso, ahora es un buen tiempo para esto
 
Una vez una amiga estaba haciendo una meditación y vio como aparecían los maestros entre los meditadores, para sorpresa de ella todos eran payasos, colorinches, gesticuladores y chistosos, eran arlequines con sus rostros maquillados en desorden, ella se asustó, pensó: ¿a quién llamé?, al término de la meditación preguntó a sus maestros, quiénes eran esos invitados y ellos le dijeron: éramos nosotros y vinimos así para que entiendas que no tiene por qué ser todo tan serio, que el cielo es una fiesta, que está lleno de niños jugando y que el sonido que abunda son risas, risas, profundas y tintineantes risas que sanan el alma y la vida, más que las profundas reflexiones o los intrincados procedimientos para llegar al éxtasis, mientras menos complicado, mejor, mientras más entretenido, mejor todavía y mientras más abiertos los ojos, más lindo y mientras más puro el corazón, más hermanos.


DRAGON RESONANTE ROJO


domingo, 22 de marzo de 2009

miércoles, 18 de marzo de 2009

Independencia emocional

Independencia emocional
Por Paulo Coelho


«Al principio de nuestra vida, y una vez más cuando envejecemos, nos hacen falta la ayuda y el cariño de los demás. Desgraciadamente, entre estos dos periodos de nuestra vida, durante el tiempo en el que somos fuertes y capaces de cuidar de nosotros mismos, descuidamos el valioso cultivo del cariño y de la compasión. Puesto que nuestra propia vida comienza y termina con necesidad de afecto, ¿no sería mejor que practicásemos la compasión y el amor hacia los demás mientras somos fuertes y capaces?»

La cita es del actual Dalai Lama. Es verdaderamente curioso observar cómo nos enorgullecemos de nuestra independencia emocional. Aunque, claro está, tal cosa sea muy cuestionable: seguimos necesitando a los demás durante toda nuestra existencia, sólo que resulta “vergonzoso” demostrarlo, y entonces preferimos llorar ocultamente. Y si alguien nos pide ayuda, es que se trata de un sujeto débil, de alguien incapaz de controlar sus sentimientos.

Hay una ley no escrita que dice que “el mundo es de los fuertes”, y que “sobrevive apenas el más apto”. Si esto fuese cierto, la especie humana no habría podido subsistir, pues sus individuos necesitan protección durante un largo periodo de tiempo (los especialistas dicen que apenas podemos valernos por nosotros mismos después de los nueve años de edad, mientras que una jirafa lo consigue en ocho meses como máximo, y una abeja alcanza su independencia en menos de cinco minutos).

Estamos en este mundo. Por lo que a mí respecta, yo sigo – y seguiré siempre – dependiendo de los demás. Dependo de mi mujer, de mis amigos, de mis editores. Dependo incluso de mis enemigos, que me ayudan a permanecer siempre adiestrado en el uso de la espada.
Desde luego, hay momentos en los que este fuego avanza en otra dirección, pero yo nunca dejo de preguntarme: ¿Dónde están los otros? ¿Acaso me aislé demasiado? Como a cualquier persona sana, también me hace falta la soledad, el tiempo de la reflexión.

Pero esto no debe convertirse en un vicio.

La independencia emocional no conduce absolutamente a ninguna parte – a no ser a una pretendida fortaleza, cuyo único e inútil objetivo es impresionar a los demás.
La dependencia emocional, por su parte, es como una hoguera que encendiéramos.
Al principio, las relaciones son difíciles. De la misma manera, con el fuego hay que conformarse primero con el desagradable humo, que dificulta la respiración y arranca las lágrimas. Sin embargo, una vez encendido el fuego, el humo desaparece, y las llamas lo iluminan todo, transmitiendo calor, calma, y, de cuando en cuando, haciendo saltar alguna brasa que nos quema, pero que también anima nuestra relación. ¿No están de acuerdo?

Esta columna empezaba con una cita de un premio Nobel de la Paz defendiendo la importancia de las relaciones humanas. Concluyo ahora con unas palabras del profesor Albert Schweitzer, médico e misionero, que recibió el mismo premio Nobel en 1952:

«Todos hemos oído hablar de una dolencia de África Central conocida como enfermedad del sueño. Lo que tenemos que saber es que existe una enfermedad muy similar que ataca al alma, y que es muy peligrosa, porque se desarrolla sin ser detectada. Al notar el menor síntoma de indiferencia y de falta de entusiasmo ante los demás, hay que hacer saltar las alarmas.

»La única manera de prevenirse contra esta enfermedad es entender que el alma sufre, y mucho, cuando la obligamos a vivir superficialmente. Al alma le gustan las cosas bellas y profundas».

Estas reflexiones de Paulo Coelho me han llegado de forma profunda y especial, ya que me cuesta horrores pedir ayuda y mostrar mi vulnerabilidad y mi necesidad de los demás. Creo que parte de los problemas del mundo es la impresionante individualidad que corre por en el interior de todos nosotros, especialmente en lo que llamamos "mundo civilizado". Parece que ser civilizado es ser individualista y compartir, participar, como lo hacen aún algunas tribus de nuestro planeta azul, es ser incivilizados.
Empecé el año con la clara sensación de que mi tendencia para el 2009 era ir abandonando mi tan querida individualidad y aprender a compartir, a darme cuenta de todo lo que los demás me están dando, regalando, aportando y a mi ves, compartir y compartirme. Y así está siendo, cada día un pasito más.
Es una gozada...lo estoy disfrutando mucho y cada día descubro cosas nuevas, cosas que estaban ante mis ojos y que yo no veía. Siento más que nunca el car´ño y el amor de los míos, tanto de mi familia como de los amigos que tengo cerca.

Pero.... no estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Paulo Coelho, ya que hay un punto medio y hay gente para todo. Hay personas que, de forma inconsciente esconden su necesidad de los demás y la esconden tanto que ni ellas mismas se enteran de que las necesitan. El darse cuenta de eso es primordial para estas personas y para ello es necesaria la consciencia de lo que está pasando en su interior y eso... no es nada fácil.

Y por otro lado están las personas que aparentemente no saben dar un paso sin la opinión de los demás, que son totalmente irresponsables y se columpian en la vida a la espera de que alguien las saque de cualquier situación en la que ellas solitas se han metido.

Estos dos ejemplos representan dos polaridades de lo mismo. Una por demasiado y la otra por demasiado poco.

No creo que sea sana la dependencia emocional, tampoco la independencia emocional. Más bien creo en la responsabilidad (no en las obligaciones) que no es más que la habilidad de encontrar respuestas y soluciones a mis necesidades (a las mías, no a las de los demás) y si la solución a mi necesidad está en los demás, es mi responsabilidad pedir ayuda y eso no es dependencia emocional, sino, repito RESPONSABILIDAD conmigo misma.

En todo caso, siguiendo el hilo de lo que dice Paulo Coelho, creo en la interdependencia emocional, en saber contar los unos con los otros, en practicar la autenticidad con nuestros sentimientos y emociones, expresándolos cuando yo decido expresarlos, asumiendo las consecuencias de mi decisión.

Nacemos dependientes y solemos morir dependientes.....nacemos solos y morimos solos... quizás la cuestión es aprender durante el resto de la vida a valernos por nosotros mismos contando con los demás para logarlo. ¿Hay una sutil diferencia, no?

Y como dice el Dalai Lama: ¿no sería mejor que practicásemos la compasión y el amor hacia los demás mientras somos fuertes y capaces?» Ahí sí, ahí el dalai Lama le ha dado de pleno.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Receta

Tres centros:
  1. Mente
  2. Corazón
  3. Instinto
  • Pregúntales a cada uno qué necesitan
  • Déjate sorprender por las respuestas
  • Respíralas

Recuérdalas de vez en cuando en tu día a día y siéntelas en tu cuerpo. Eso ayudará a que cuajen y liguen para obtener una alineacíon armónica de los 3 centros.

Saboréalo diariamente.

(Se desaconseja seriamente su mezcla con exigencia y impaciencia. Los efectos pueden resultar contrarios a los deseados.)

¡BUEN PROVECHO!