domingo, 27 de marzo de 2011

De la maternidad


3.15 de la madrugada.
He pasado una larga temporada durmiendo mucho, como recuperando sueño atrasado de años. Es la misma sensación que cuando estás muy en tensión y de golpe, sueltas y caes agotado. Eso me ha pasado a mí a nivel macro. Mi cuerpo ha soltado la tensión acumulada durante casi toda una vida. Se ha desplomado, descansando finalmente, y yo con él.

Desde hace unos días me siento muy energética y con ganas de volar. Supongo que es la energía, liberada al fin, que me da alas. Mi mundo se está ampliando y vislumbro una inmensidad que jamás había imaginado. Y también fuerza, fuerza interna.

Con esa energía estoy ahora escribiendo de madrugada.

En menos de un mes daré un taller en una asociación de doulas (Doulas Con-Ciencia) sobre la maternidad y las pérdidas. Resulta curioso observar que, desde que me propusieron impartir este taller, hace ya año y medio, todos los cambios internos que me han sucedido han ido ahondando y llevándome hacia el contacto con mi propia energía femenina, con mi capacidad de dar vida, de crearla e, inexorablemente hacia la maternidad.

Me resulta extraño, a estas alturas de mi vida en que mis hijos son ya jóvenes adultos independizados, reflexionar y hablar sobre mi maternidad. Raro y necesario para mí.

Me doy cuenta de lo inocente e ignorante que fui con respecto a esta experiencia. Me duele, a la luz de todo lo que sé ahora, de todo lo que he aprendido últimamente con respecto al embarazo, el parto, el post-parto y los primeros años de la vida de mis hijos, lo que hice y lo que no hice; me duele no tener ya la oportunidad de vivirlo de otra manera. Me siento un claro ejemplo de como NO hay que hacerlo; me duele no tener ya la opción de experimentarlo con la conciencia actual.

Ese es mi propio duelo con respecto a mi maternidad. Necesito llorar la pérdida de lo no vivido.

Y necesito rabiar, enfadarme y gritar por una cultura, una educación y un sistema que llevan a las mujeres a olvidarse de su propia naturaleza, a renegar de ella; a sustituir lo natural y sano para la madre y para el bebé por sucedáneos pseudo-científicos, por posturas anti-naturales, por alimentos que nada tienen que ver con las necesidades del niño.

Aúllo de dolor y de rabia por la represión de la naturaleza salvaje e instintiva de la mujer embarazada (y de la no embarazada también).

Yo no pude, no supe y no tuve la oportunidad de vivir esos preciosos momentos de la forma en que me hubiera gustado hacerlo, aunque en aquel tiempo no fuera consciente de ello. Siento que no tuve opción.
Recordándolo ahora, me doy cuenta de que sufrí varios maltratos, tanto en los embarazos como en parto y post-parto, por parte de hospitales, médicos, enfermeras y, desgraciadamente, también de mi familia.

El tema de la maternidad y de la necesidad de regresar a nuestra naturaleza está tomando mucha relevancia en mi vida; está despertando en mí, además de viejos fantasmas, grandes dosis de curiosidad, interés, pasión e implicación.

Hace años que me especialicé en el tema de las pérdidas y del duelo. Actualmente tengo la oportunidad de unir las dos polaridades: el nacimiento y la muerte; la vida y sus pérdidas.Solemos ensalzar el nacimiento y la vida en detrimento de la muerte y de las pérdidas. Recordemos que las primeras van ineludiblemente ligadas a las segundas. El nacimiento implica la muerte; la vida implica pérdidas. No podemos desligarlas, aunque a menudo nos gustaría hacerlo y la sociedad occidental lo intenta por todos los medios. Es una batalla perdida, el desenlace, ya lo sabemos.

¿Para qué negar entonces lo evidente? Mejor lo afrontamos y lo aceptamos y, en el camino, podemos sorprendernos con lo que iremos encontrando.

La maternidad, tal como explica sabiamente Laura Gutman en su libro "La Maternidad y el encuentro con la propia sombra", es una excelente oportunidad de bucear en nuestras profundidades. La sombra aparece y podemos confrontarla......o ignorarla. Si decidimos sumergirnos en ella, puedo asegurar que encontraremos tesoros insospechados.

Yo no pude vivir la maternidad como ahora sé que hubiera querido. El dolor, la rabia, la experiencia, la madurez, la profesión y los regalos que ahora la vida me está dando, todo ello,  lo pongo al servicio de otras mujeres para que ellas sí tengan esa oportunidad.

Hace años pronuncié una frase que ahora toma mucha relevancia: en la sombra está mi fuerza.


La maternidad también es sombra.

La maternidad está en la sombra, por desvalorizada, por mecanizada, por vulgarizada, por menospreciada.

Sólo recuperando el valor de la maternidad, con su sombra, con su aspecto salvaje, con el dolor y las múltiples pérdidas y alegrías que supone, podemos recuperar la dignidad de la mujer, la dignidad del hombre, la dignidad de la humanidad.