martes, 24 de marzo de 2009

De la seriedad y la risa

Recibo este correo de mi amiga Lía. Me ha encantado y lo comparto:

LA ONDA ENCANTADA DEL MONO AZUL


A veces la seriedad se come los mejores momentos, especialmente cuando la obligación de ser serio se impone como una regla intransable. Parece que hay cosas en la vida que son definitivamente serias y que la única manera de enfrentarlas es sin un atisbo de broma. Es una creencia antigua y asentada por siglos en la mentalidad que nos ha modelado a muchos, “la risa abunda en la boca de los tontos” decía mi madre y “no estoy para la broma” o “esto no es broma” agregaba mi padre, haciendo parecer, con eso, que había temas en la vida que jamás podrían acercarse, siquiera un poco, hacia lo no serio, Dios era tan serio, como lo era el futuro, como las enfermedades, el respeto era algo sometido a la seriedad. Y así las cosas, la diversión, el humor, la risa y tantas otras formas de la alegría, quedaron relegadas a mínimos momentos, a momentos especiales: una salida dominical, un circo, alguna programación televisiva, un cumpleaños, una fiesta en la playa, eventos, sólo eventos esporádicos, aislados en el tiempo y apartes del resto de la vida. Así, la vida se hizo seria, y ensimismados en resolver los grandes conflictos de la existencia, nos quedamos pegados, era imposible imaginar a los filósofos riendo a carcajadas o a los padres de la iglesia bailando payasescos en la mitad de la nada. Y se hizo dura la vida con tanta sombría seriedad, el trabajo es algo serio, sonreír sólo es una parte de la mercancía que venden los comercios y con ciertas exigencias estéticas, pero el resto del trabajo es serio, el profesor con sus alumnos y la formalidad de la relación que se establece entre ellos, a veces hasta por cuatro o cinco horas diarias y todos ¡tan serios!, a veces se registran, en los libros de clases, frases que hablan de chicos o chicas que se ríen en las clases y ello es una falta.

 
Después, la religión, la espiritualidad, las oraciones, los maestros ascendidos y las meditaciones profundas, todo serio, todo en serio, porque aquí se está hablando de la trascendencia y l a trascendencia es algo muy, muy serio.

Pero todo eso no es más que una creencia, una creencia con un origen y un desarrollo predecibles, una creencia perfectamente identificable en el tiempo, así de creencia, así de impuesta, así de surgida de la nada.
 
Las creencias generalmente surgen de detalles insignificantes, los que vistos en el momento en que surgen, es casi un chiste imaginar la trascendencia que posteriormente pueden alcanzar
Una historia que leí por no sé dónde (¡qué poco serio!), habla de un maestro que era interrumpido en sus lecciones por un gato, y que para evitar tal interrupción mandó a encerrar el gato antes de cada prédica, lo que sagradamente se hizo cada día, cuando el maestro murió, el gato continuó siendo encerrado y la descendencia del gato también, y se convirtió en un símbolo, que con el tiempo, superó el recuerdo del maestro.
 
Pienso en los rituales religiosos, en que por ejemplo lavar los pies de otros haya tenido un sentido dulcemente práctico y que luego tal gesto se haya asumido como un gesto trascendente en sí y por el cual nadie recibe nada práctico, sino que sólo un contenido que es mucho más complicado que el gesto. En fin, historias sobran, una amiga contaba que un matrimonio estaba a punto de separarse porque ella tenía la costumbre de cortar la cecina, el jamón, en cuatro trozos, el marido lo consideraba mezquino y alegaba, averiguando el origen de esta forma de actuar de la mujer, se supo que así hacía su madre y, por ella, que así hacía la abuela, entrevistada la abuela, por suerte aún viva, reveló que lo hacía para que la cecina tuviera cabida en un recipiente sellado que usaba para refrigerarla, así había nacido la costumbre que la nieta no podía dejar, porque así le habían enseñado y así tenía que ser.
 
Piensa: ¿cuántas cosas hacemos por creencias? “Que la vida es seria”, “que sólo el esfuerzo rinde”, “que no se ríe en los velorios”, “que la vida no es una broma”, “que se nota que ha madurado porque ahora se toma las cosas con seriedad”, etcétera, etcétera, etcétera. ¿Y si resulta que no es así?, si resulta que al mirar las consecuencias de estas creencias te das cuenta que has hecho de tu vida una rutina aburrida, reiterativa, una existencia complicada por mil cosas que aguardan irresolutas a tu espalda, que te has prohibido tantas cosas, porque a esta altura de tu vida eso ya no se usa, y que ya no te puedes negar a tantas obligaciones serias, que lo que la gente espera de ti es tu actitud madura…

Pues bien, ya está bueno, entre los sellos del Calendario Maya está este Mono Azul, el cual viene por estos trece días a movernos el piso, a perdernos las cosas, a hacernos jugarretas contrariantes, a revolvernos nuestro consabido orden, a sacar conclusiones mágicas de un apresuramiento chistoso, a resolver lo que no se había podido resolver nunca, y sin resolverlo, agarrándolo para el chiste, resolviéndolo con un pase mágico. Ya está bueno de caballeros y señoras grises, el mundo está lleno de colores y todos tenemos esos colores adentro, dejémoslos salir en estos días, deja que la vida fluya con la magia singular de este Mono Azul que se mueve justo al centro de lo humano y de lo animal más puro, vamos a recuperar a nuestro niño y nuestra niña interna, vuelve a alucinarte, por favor, detrás de una mariposa, no importa que no sea technicolor, vuelve a creer que con un puñado de tierra puedes hacer una montaña o que puedes trasladar el océano con un balde verde, habla con los peces , o con los pájaros canta, piensa que sí puedes volar y cuando surja alguna cosa grave, pesada, gruesa y regordetamente seria, hazle un chiste, lánzale una esfera de luz y transfórmala en algo maravilloso, ahora es un buen tiempo para esto
 
Una vez una amiga estaba haciendo una meditación y vio como aparecían los maestros entre los meditadores, para sorpresa de ella todos eran payasos, colorinches, gesticuladores y chistosos, eran arlequines con sus rostros maquillados en desorden, ella se asustó, pensó: ¿a quién llamé?, al término de la meditación preguntó a sus maestros, quiénes eran esos invitados y ellos le dijeron: éramos nosotros y vinimos así para que entiendas que no tiene por qué ser todo tan serio, que el cielo es una fiesta, que está lleno de niños jugando y que el sonido que abunda son risas, risas, profundas y tintineantes risas que sanan el alma y la vida, más que las profundas reflexiones o los intrincados procedimientos para llegar al éxtasis, mientras menos complicado, mejor, mientras más entretenido, mejor todavía y mientras más abiertos los ojos, más lindo y mientras más puro el corazón, más hermanos.


DRAGON RESONANTE ROJO


2 comentarios:

Irreverens dijo...

¡¡uuuuf!! La de veces que de pequeña me mandaron callar y no reírme. La de veces... Porque yo me reía siempre.
:-/

Juana dijo...

Los budistas dicen: "Sin risa no hay iluminación".