lunes, 18 de mayo de 2009

Generosidad

Ayer mi amigo Quim me invitó al teatro.  Por ser actor, tenía invitaciones y me dijo de ir con él. No le pregunté qué íbamos a ver, esa es una actitud nueva en mí, seguir mi impulso sin querer tenerlo todo controlado. Creía que era una obra y no, era un concierto, música contemporánea que en principio no me gusta. 

"Piturrino fa de músic". Ese es el nombre del espectáculo. Al inicio me puse tensa y pensé: joder, vaya mierda, eso no me va a gustar. Entonces me relajé y pensé: estás aquí y si estás aquí es que ahora mismo éste es tu lugar. Relájate y déjate entrar esta música, sea como sea. Entrégate a ella, a escuchar, a ver como se mueven los músicos, el director y cuando acabe ya decidirás si te ha gustado o no. 

Me metí totalmente, parecía que sólo existiera la orquesta y yo. No me di cuenta del resto del público, incluso me olvidé de mi amigo. Toda la atención estaba puesta en lo que se desarrollaba en el escenario, en los movimientos de los músicos y del director, en los colores, en las notas, en los instrumentos que las emitían, en observar y apreciar la maravillosa sincronía que se estaba produciendo ante mis ojos. En un momento dado, tuve la necesidad de sentir que lo estaba compartiendo, miré a mi amigo y me arrimé a él, sintiendo su contacto. Tuvimos una mirada cómplice, me preguntó si estaba bien y le contesté que sí. Volví a sumergirme en el espectáculo.

Había momentos en que la música me chirriaba, me hacía sentir mal, me removía y no me gustaba. Otras me encandilaba, me apasionaba, me deleitaba. Al acabar, me di cuenta de que me había encantado, que era un caos perfecto, una explosión de creatividad, un acto de generosidad por parte del autor, Carlos Santos.

 Ese mismo día me estaba sintiendo apretada, encogida dentro de mí misma, como muchas veces me he sentido y estaba sintiendo la necesidad de expansionarme, de darme, de entregarme con todo mi ser a la vida, en un acto generoso de darme a mí misma, de compartirme, no por esperar una recompensa, un premio o un reconocimiento sino por el placer de explosionar con todo lo que soy, sin escatimar nada de mí y así sentirme viva y disfrutar, haciendo disfrutar a los otros, como hace Carlos Santos con su espectáculo.

Ese concierto ha sido perfecto para mí por el momento que estoy viviendo, porque se trata de eso. Este tío me dio una gran lección que yo estuve a punto de desaprovechar, despreciándolo al principio del concierto y sin darle la oportunidad de escucharlo, condenándolo de antemano. La única que habría salido perdiendo soy yo. Fue un regalo y lo recibí porque previamente  me había entregado, dispuesta a recibir, dispuesta a que me llegara lo que hubiera, aunque no me gustara. La sorpresa fue que sí me gustó y hacía falta escucharlo todo para poder saberlo. 

Vivir la experiencia en vez de imaginarla, en vez de elucubrar, en vez de montarme la película en mi coco anticipando el resultado, sea mi anticipación a favor o en contra. Si es a favor y el resultado no corresponde con mi idea, sentiré frustración; si es contra, me cierro a la experiencia y me la pierdo.

Eso es la generosidad. Entregarme sin condiciones ante el que se entrega sin condiciones. Y ahí surge el milagro de la vida, en el aquí y el ahora, en el presente.

 

2 comentarios:

Irreverens dijo...

Pues gracias a ti por ser tan generosa y compartirlo con nosotros.
:)

Creo que esa actitud de no querer probar algo "diferente" está bastante extendida. Ya sea ante un alimento desconocido, un tipo de película, un destino turístico, una reunión con personas desconocidas...

Un beso

A través del velo dijo...

Para mí es un placer compartir "mis cosas" Irre, cuando me surge. En mi caso, no es cuestión de no querer probar cosas desconocidas, me gusta la novedad, viajar a lugares desconocidos, entrar en contacto con lo desconocido. En el caso de este espectáculo, Fui sin saber de qué iba, dispuesta a experimentar. Las primeras notas me sonaron a rayos y empecé a cerrarme y ahí es donde decidí cambiar de actitud y abrirme aunque pareciera que no me iba a gustar. Para saber si algo finalmente nos gusta o no nos gusta es necesario experimentarlo todo antes de "dictar sentencia". Me gustó como pudo no haberme gustado. En realidad, ese concierto fue como la vida misma, con notas disonantes y otras armoniosas y vale la pena vivirla, a pesar de los momentos que no nos gustan.