miércoles, 24 de junio de 2009

Tocar de pies al suelo o la mejor manera de tomar decisiones lo más acertadas posible

Si hay algo que me ha costado toda la vida es tocar de pies al suelo. Me la he pasado flotando por encima de la realidad, viviendo un sueño, una ilusión, queriendo creerme lo que idealizaba y no lo que ocurría a ciencia cierta. Desde ese lugar, las decisiones suelen ser del mismo color, por lo tanto me llevaban a frustración tras frustración, lo cual era doloroso pero yo me empeñaba en tintarlo de color rosa y seguir adelante con mis sueños o bien simplemente eliminaba de mi vida aquello que yo no quería ver. Fácil. Las consecuencias de esta actitud han sido que me he dejado embaucar, engañar, abusar por cualquiera que tuviera cierta gracia y que me mostrara un mínimo de interés.

Mi momento actual se basa en abandonar esta actitud, en tocar de pies al suelo y decidir qué circunstancias y personas son las que realmente me hacen sentir bien. A más información, más elementos reales para la toma de decisiones. Esa información choca a menudo con mis idealizaciones y eso duele. Me toca renunciar a muchos sueños y, en cierta manera, a quedarme en el vacío. Sueños largamente acariciados, repletos de ilusiones, de amores imposibles, de realizaciones vanas, que se esfuman, que se convierten en cenizas, consumidos por el fuego de la realidad.

Es momento de quemar lo viejo para que surja lo nuevo, de vaciar mis cajones internos de falsedades para poder ir metiendo en ellos lo tangible, lo auténtico, a medida que vaya apareciendo. Solsticio de verano o noche de San Juan, es lo mismo y es ahora.

Abandono un trabajo en el que he dejado la piel y el alma, creyendo que se apreciaba lo que daba. La cruda realidad es que no he sido correspondida, al menos no lo suficiente para que me quede. Ni el sueldo ni el interés por mí están a la altura de lo que yo necesito. Es cierto que al anunciar mi marcha, he recibido el reconocimiento que me ha faltado durante el tiempo que he estado, un reconocimiento moral, que no práctico. Me alivia el corazón y me voy más ligera.

Lo mismo me pasa con algunas personas. Me llega información que me hace darme cuenta de que no soy tan importante para ellas como yo había querido creer, como me emperraba en creer. Me entristece, me duele.

Todo ello tiene que ver con mi facilidad en obviar esa realidad para ensalzar lo ilusorio, lo que me gustaría que fuese y no es. Tiene que ver con traicionarme y permitir que me traicionen, con no atreverme a mirar a los ojos al miedo que me atenaza y me paraliza.

Hoy lanzo a la hoguera de la vanidad todas esas ilusiones, decidida a tocar de pies al suelo y así vivir con la máxima consciencia la realidad que aparezca día a día.


1 comentario:

Anónimo dijo...

vale, toca de pies al suelo, pero ten la cabeza a las nubes y modifica el terreno que pisas para que lo que tienes en la cabeza se haga realidad: de otro modo no vale la pena vivir.