miércoles, 30 de diciembre de 2009

Del 2009 al 2010

Estamos en esos días en los que a menudo hacemos balance del año que está a punto de irse y de hacernos propuestas para el siguiente.
No suelo hacerlo así por escrito y este año pues sí, me apetece, quizás porque ha sido un año difícil para mí y creo que escribir me ayuda a cerrar las heridas y así mirar al 2010 con optimismo, sabiendo o más bien siendo consciente de lo que ha pasado, de qué cambios se han operado en mí en el transcurso de los últimos 365 días.

He tenido pérdidas diversas:

La de mi perro, Bruce, un buen perro, una excelente compañía, un animal con corazón que me enseñó a abrir el mío.

La de mi trabajo en la residencia y en consecuencia el contacto periódico con personas a las que quiero. Desde agosto que me fui, me he dado cuenta de que tomé una decisión que me beneficia y también de que lo echo de menos. El día 22 fui a la fiesta de Navidad de mis ancianitos. Algunos de ellos me reconocieron y nos alegramos mucho de vernos aunque mi sorpresa fue la reacción de los familiares que ahí estaban presentes. Me mostraron un cariño, un aprecio y una añoranza que no me esperaba. Algunos me pidieron que volviera, que aquello sin mí no era lo mismo. Volví a casa con el corazón calentito, dándome cuenta de que me gusta mucho este trabajo que ya no es el mío. Afortunadamente mantengo el contacto con personas, colegas mías con las que he llegado a crear auténticos lazos de amistad.

Una persona a la que quiero, con la que hemos cortado de cuajo todo vínculo. Sé que era inevitable, que antes o después hubiera ocurrido, que ese vínculo no era sano tal como estaba establecido, que me hacía daño. Darme cuenta de que sin darme cuenta persistía en actitudes, relaciones y lugares que me sientan mal. Ahora me cuido y la forma de contactar por el amor y el cuidado de mí misma es sentir mi fragilidad, darme cuenta de mi vulnerabilidad.

Antes no era consciente de ella, yo podía con todo y daba caña a todo el mundo, despreciando a los que se sienten débiles, proyectando así mi dificultad en asumir mi humanidad. Yo siempre tomaba la iniciativa en todo, la delantera, y exigía que los demás me siguieran al mismo ritmo que yo.

Afortunadamente (y ese es uno de los logros del 2009 alcanzado con mucho dolor y resistencia) he descubierto que la consciencia de mi fragilidad es lo que me ayuda a protegerme de lo que me hace daño. Antes iba a pecho descubierto y me llevaba unas ostias brutales. Ahora me protejo evitando lo perjudicial para mi salud. Me cuido y quiero que me cuiden, los que tienen ganas de cuidarme, los que para ellos es un placer hacerlo. Y yo me dejo, me entrego al otro. Y también lo cuido porque es un placer cuidar como lo es dejarme cuidar, un placer redescubierto tras muchos años.

Me he cansado de correr tras lo que quiero, de recibir frustración tras frustración, dando lo mejor de mí. Ahora me toca recibir, abandonar la iniciativa y tener los brazos y el corazón abiertos a lo que llegue a mi vida y el cuerpo (y la intuición) acepte.

Hago cosas que ese cuerpo me pide, que me sientan bien. He aprendido a escucharlo y me chiva todo lo que necesito saber. Ante la duda, el cuerpo se expresa: por aquí no, no tengo energía para eso; por allá, siiiiiii, sí, sí, vamos, dame marcha!; ahora mismo no lo sé, quédate quieta.

Desde las tripas conservo la inocencia de la niña que creía firmemente en el Amor y yo misma, ahora, en este año me he dado cuenta de que eso es lo único que nos queda cuando todo se derrumba, cuando las capas caen una a una cual torre, cuando dejamos de creernos importantes e inmortales, cuando afrontamos los miedos y desmenuzamos uno a uno todos nuestros conceptos para darnos cuenta de que no son nuestros aunque creíamos que sí; que esos conceptos nos encadenan, nos hacen prisioneros de ellos. Los conceptos son los más efectivos centinelas de la cárcel más grande y segura del mundo: el ego, los mecanismos neuróticos que actúan a sus anchas sin que nos enteremos, desde la inconsciencia.

Se me han caído los conceptos, todos. He pasado por momentos de total desnudez y miedo hasta que aprendí a no resistirme al proceso, a dejar que ocurriera sin engancharme, sin apegarme a ninguno de ellos. Y se han caído, se han esfumado, los he visto deshacerse en humo, tan consistentes que parecían y no eran nada, absolutamente nada. Esas eran las cadenas que me impedían ser libre, volar a mis anchas: humo (todavía hay más,¡eso no se acaba nunca!).

Poco a poco voy encontrando el ekilibrio y la paz. Todavía quedan heridas por sanar, miedos por superar, alas por desplegar, conceptos por derribar. Todo se andará....en el 2010.

Feliz año a todo aquel que me lea...y a los demás también


No hay comentarios: