En la tradición oriental, se dice que vemos la vida a través de un velo, "Maya" (como la abeja) para los entendidos.
Para mí, haciendo un paralelismo con esa filosofía, en nuestro mundo occidental, ese velo existe y es la personalidad, el carácter, las actitudes aprendidas, intregradas y totalmente arraigadas en nosotros sin que seamos conscientes de ellas. Vamos por la vida viendo la realidad a través de ese velo que nos la deforma. Puntos de vista para algunos, opiniones para otros, en el mejor de los casos; creer estar en posesión de la verdad o de la actitud correcta en otros, despreciando, criticando o juzgando a todo aquél que difiere; entrando en conflicto, discusiones, peleas o guerras en el peor, hasta alcanzar el etnocentrismo a nivel de nacionalidades, razas o culturas diferentes de la nuestra.
Lo más habitual y también lo más fácil es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, despreciando o juzgando a los demás, sin mirar nunca hacia uno mismo. La proyección es uno de los mecanismos de defensa más utilizado, viendo en los demás lo que no quiero ver en mí mismo. Para mí, una de las maravillas de las relaciones humanas es el efecto espejo oscuro: lo que más me molesta de otros, aquello que menos soporto y que rechazo con desagrado e incluso a veces con rabia es justamente eso que no quiero ver en mí por resultarme demasiado doloroso tomar consciencia de esa sombra que se proyecta desde mi interior hacia el exterior y vuelve a mí a través de los demás.
Prestando atención a lo que me resulta molesto o doloroso de otros, sin escaparme de la sensación desagradable que me produce, dándole espacio y atentiéndolo, sin huir de ello, podré descubrir mi lado oscuro.
Ese es el velo de las actitudes aprendidas, de la ética social o la moral, de la educación, de las ideas que hemos incorporado a través de la socialización, de la formación del carácter a través de las experiencias que tenemos desde la más tierna infancia y de los mecanismos de defensa que hemos necesitado desarrollar en la búsqueda del amor.
Porque....todos hemos crecido en busca de ese amor y lo seguimos buscando a través de nuestro entorno y de las relaciones que establecemos. Y cada uno de nosotros lo hace como puede y como sabe.... no siempre como quiere.
Desde lo más profundo de nosotros mismos surge inesperadamente el niño interior que anhela ser amado y desarrollará actitudes en un intento de lograr el objetivo.
Desde la atención, desde la consciencia, desde (a menudo) el conflicto, desde la humildad y desde la escucha activa del otro, podemos lograr desgarrar el velo y empezar a vislumbrar un rayo de luz que nos puede llevar hasta el auténtico amor, que empieza.... como no.....por la aceptación de la propia sombra y errores y por el amor a uno mismo, atendiendo a ese niño que todos llevamos dentro.
1 comentario:
Mi querida Ana, ante todo pedirte disculpas por mi poca vergüenza y tardanza en dejarte un comentario, después darte la bienvenida y las gracias por estar aquí, para pasar a darte mi punto de vista jajaja. El velo, la personalidad, el carácter, pues sí, tú lo has dicho somos producto de la educación, formación y socialización que desde muy pequeños vamos recibiendo, de ahí que todos llevemos un niño dentro, un niño que necesita ser amado y va a desarrollar las aptitudes y mecanismos que estén a su alcance para lograr su objetivo.
Quizá la diferencia sea…más bien es, tener puntos de vista o creer estar en posesión de la verdad, porque hay una sutil diferencia, no es igual una opinión humilde que una tajante verdad (simplemente porque es la mía).
Lo de la paja en el ajeno y la viga en el propio es ya parte inconsciente de la neura y la proyección es el mecanismo más usado por el hombre, después del palillo de dientes, claro para qué me voy a mirar a mí misma si ya puedo descargar con los otros (es mas fácil) y encima duele menos o no duele, huimos del dolor sin darnos cuenta que él es necesario, que de él se aprende, que descubriendo nuestro lado oscuro, tras pasar el bache y el dolor vamos a llegar al placer de descubrirnos como somos de aceptar nuestras luces y nuestras sombras, de querernos con virtudes y defectos, pero ante todo con nuestra verdad para con nosotros mismos, ya sabes mi famosa frasecilla: la caridad empieza por uno mismo. Mientras yo no me quiera, tú no me vas a querer.
Divina entrada nena
Besos "muchos"
Publicar un comentario